miércoles, 31 de mayo de 2017

HABLA DIOS PADRE... TODO FUE POR AMOR

 
El mundo a menudo ha sido purificado de su corrupción por mi infinita bondad hacia la humanidad. Y entonces continuaba a escoger algunas almas en las cuales me complacía para que, por medio de ellas, pudiera deleitarme con mis criaturas, los hombres. Le prometí al mundo el Mesías. ¡Que no he hecho para preparar su venida, mostrándome en las figuras que lo representaban hasta mil y mil años antes de su venida!

Porque, ¿Quién es este Mesías? ¿De donde viene? ¿Que hará en la tierra? ¿Quién viene a representar? El Mesías es Dios. ¿Quién es Dios?  Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿De donde viene, o mejor dicho, quién le ordenó de venir en medio de los hombres?  Yo, su Padre, Dios. ¿A quién representará en la tierra?  A su Padre, Dios. ¿Qué hará en la tierra?  Hará conocer y amar al Padre, Dios. ¿No dijo?: “¿No sabéis que es necesario que me ocupe de las cosas del Padre mío?” (“¿nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse?” S. Lucas, c. 2 v. 49).  “He venido solo para hacer la voluntad del Padre mío”  “Todo lo que pediréis al Padre mío en mi nombre os lo concederá”  “Le rezaréis así: Padre nuestro que estás en los Cielos...”  y más adelante, dado que vino para glorificar el Padre y hacerlo conocer a los hombre, dijo:  “Quién me vé, vé a mi Padre”  “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”  “Nadie viene al Padre si no es por medio de mí”  “Nemo venit ad Patrem nisi per me” - (S. Juan c. 14 v. 6). “Quienquiera esté conmigo está también con el Padre mío”, etc., etc.  
Oh hombres, concluid que por toda la eternidad he tenido solo un deseo, hacerme conocer y amar por los hombres, deseando incesantemente de estar con ellos. ¿Queréis una prueba auténtica de este deseo que tengo y que he apenas explicado? ¿Por qué le ordené a Moisés que construyera el tabernáculo y el Arca de la Alianza si no es porque tenía el deseo ardiente de venir a vivir, como un Padre, un hermano, un amigo de confianza, con mis criaturas, los hombres? Y a pesar de esto me olvidaron, me ofendieron con culpas innumerables. Sin embargo, para que se recordaran de Dios, su Padre, y del único deseo que tiene de salvarlos, le dí mis mandamientos a Moisés para que teniéndolos y cumpliéndolos se recordaran del Padre infinitamente bueno, todo absorto en la salvación de ellos, salvación presente y eterna. Todo esto cayó otra vez en el olvido y los hombres se hundieron en el error y en el temor, considerando que cansaba mucho el cumplir con los mandamientos, así como los había transmitido a Moisés. Hicieron otras leyes, que iban de acuerdo son sus vicios, para poder cumplirlas más fácilmente. Poco a poco, con el temor exagerado que tenían de mí, me olvidaron siempre más y me llenaron de ultrajes. Y sin embargo, mi amor por estos hombres, mis hijos, ni siquiera se ha detenido. Cuando constaté bien que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido hacer que los hombres me conocieran y me amaran, decidí venir yo mismo. Pero, ¿como hacer para encontrarme en medio de los hombres? No había otro medio que el de ir yo mismo en la segunda persona de mi divinidad. ¿Me reconocerán los hombres? ¿Me escucharán?


Para mí nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas respondí yo mismo: "Ignorarán mi presencia, aún estando cerca de mí. En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi hijo me calumniarán, me crucificarán para hacerme morir". ¿Me detendré por esto? No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande. No me detuve allí: reconoceréis bien que os he amado más que a mi Hijo predilecto, por así decir, ó para decirlo todavía mejor, más que a mí mismo. Lo que os digo es talmente verdadero que si hubiese bastado una de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y una muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor haciendo sufrir a una criatura que amo, en vez de sufrir yo mismo en mi Hijo. No he querido nunca hacer sufrir a mis hijos. Este es, en breve, la historia de mi amor hasta mi venida, por medio de mi Hijo, en medio de los hombres. La mayor parte de los hombres conoce todos estos hechos, pero ignora lo esencial: es decir, ¡que fué el amor el que condujo todo! Sí, es el amor, es esto lo que quiero hacerles notar. Ahora este amor está olvidado. Quiero recordárselos para que aprendan a conocerme así como soy. Para que no estéis atemorizados como esclavos, con un Padre que os ama hasta este punto.
 
Madre Eugenia E. Ravasio: “El Padre le habla a sus hijos”

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